Cuando se cumplen diez años del adiós del maestro, el parque María Cristina se vestía de gala este lunes para abrir el homenaje anual que su ciudad le dedica sobre las tablas. Un Encuentro Internacional de Guitarra Paco de Lucía que ha ido madurando con el paso de los años, y que ha visto desfilar por las noches del parque a una nómina ingente de algunos de los mejores artistas del flamenco internacional, muchos de ellos músicos que compartieron momentos y vivencias inolvidables con el genio de las seis cuerdas.

Anoche fue el turno de una familia muy emparentada a Paco, la de los Andrades. Heredero del magisterio de Antonio Sánchez Pecino, Salvador Andrades abrió la noche con una actuación clásica de guitarra flamenca. Él sólo frente al silencio, armado con una sonanta con la que intentar arañar emociones a la noche, acompañado sólo del llanto de un violín y el compás marcado de un cajón. Música de mineras y fandangos que precedieron a la majestuosa soleá y la frenética bulería.

La segunda parte de la noche fue el testigo del tránsito generacional. Su hija, Pastora Andrades, una efigie de exotismo sobre las tablas que sacó a relucir el paño de su cálida voz en una noche en la que mostró su enorme sensibilidad vocal. Eso y un bagaje musical enriquecido por estilos de todo el mundo, donde la música sudamericana, el jazz y la bossa nova hicieron su acto de aparición durante la noche, escoltadas por la música deliciosa de la guitarra y el bajo.

El objetivo siempre certero de Tomoyuki Hotta estuvo allí para inmortalizarlo.