Opinión

Humanidad sin evasivas

Humanidad sin evasivas

La Conferencia Sectorial de Infancia y Adolescencia de este 10 de julio en Tenerife debe dar una respuesta solidaria a la afluencia de menores extranjeros no acompañados; tanto para aliviar la situación en las comunidades más saturadas -Canarias, en especial- como, sobre todo, para asegurar los derechos de los migrantes solos de menos de 18 años y su protección en tanto que personas vulnerables.

Ningún gobierno autonómico puede escurrir el bulto el miércoles, ni verse eximido de su cuota de responsabilidad. Y el Gobierno central tiene que garantizar que la acogida requerida de jóvenes que se dirigen especialmente a Canarias y a Andalucía y que es necesario distribuir por el resto del territorio contará con una financiación suficiente a cuenta del erario nacional.

Ello con el compromiso de cada Ejecutivo territorial de ubicar a los menores no acompañados en centros localizados en unos u otros municipios de acuerdo con sus respectivas administraciones locales, evitando litigios que transmiten mensajes de temor contrarios a la solidaridad.

A medida que se aproxima la cita de Tenerife, su orden del día ha ido derivando hacia una discusión partidaria desordenada y ventajista sobre la migración en su conjunto, llegando el PP a sugerir la participación de la Armada española para disuadir o prevenir que más pateras o cayucos se hagan a la mar en dirección a nuestras costas.

Es imprescindible que la UE y sus países miembros dediquen más esfuerzos a reducir en origen las corrientes migratorias que aspiran a alcanzar Europa. Aunque no es fácil imaginar cómo los buques de la Armada pueden contribuir a ello cuando, una vez en aguas internacionales, no tienen más cometido que el de preservar la integridad de los inmigrantes.

En cualquier caso, y sin eludir el debate general, es necesario dar una respuesta a la afluencia de menores no acompañados, muchos de los cuales llegarán a la edad adulta entre nosotros.

El desafío no está en la frontera, sino a este lado de la divisoria. Un país diverso y descentralizado como el nuestro ofrece a esos niños y adolescentes más oportunidades formativas y de integración laboral que su concentración solo en las comunidades de llegada.

Y el escepticismo y los prejuicios que los rodean no pueden convertirse en una suerte de profecía auto cumplida. Para lo que los servicios sociales deben explorar las oportunidades que ofrecen familias y personas de su mismo origen, cultura, lengua y creencia asentadas en España como ámbito natural de acogida.